Carta de bienvenida


Magia, poesía y música (*)


Por Sandra Gordillo

Fui “al cerro” por primera vez cuando cursaba el cuarto año de Biología. Ese viaje quedó signado por el recuerdo de diminutos y variados hongos, por una nube de murciélagos (¿o serían  vampiros?) saliendo de una cueva y porque en la carpa éramos ¡tres Sandra! Pero fue más que eso. Nunca pude olvidar esos dos días envueltos en fondo rojo, junto a esos matos danzantes, y esas pinturas enigmáticas brotando de la piedra, como tratando de comunicarse. Ese escenario animado me persiguió por muchos años mientras estuve radicada en Tierra del Fuego y en el Hemisferio Norte. Pero un día, hace 13 años, el olor del aromito (enviado por una de las Sandra en un sobre) me trajo de vuelta al pago.
En todo este tiempo el cerro me fue confiando algunos secretos. Para quien quiera adentrarse en el mismo debe saber de antemano que el cerro es mágico. Se siente, sin explicación. Cerro Colorado es mucha emoción!
Pero me atrevo a mencionar algunas razones por las cuales elijo al Cerro como maravilla digna de descubrir, valorar, vivenciar y defender.
Cerro Colorado son los cóndores plasmados en la piedra que vigilan en silencio el vuelo de los jotes. Son esos mistoles que pinchan y en verano se visten de esferas púrpuras que largan dulzor. Es una comadreja que nunca veo pero sé que está.
Cerro Colorado es un alero con círculos pintados, y una guirnalda de huecos cavados por el agua y la erosión. Es una pared de helechos, chaguares, colas de gato y claveles del aire.
Cerro Colorado es poesía y es música. Es el Alazán y La Chacarera de las Piedras. Es Atahualpa vestido de andar y de decires.
Cerro Colorado son los quebrachos, y el picabuey. Son los chañares y el siete colores. Es la tacuarita y el lagarto overo. Es el picaflor. Son las chicharras en el algarrobo. Es ese concierto nocturno de arroyo con notas de anfibios.
Cerro Colorado es su gente y son los amigos. Es Paola, la Beba, la Elvira, el Cristian, la Popi, y Doña Blanca.
Por esto, y por mucho más, los invito a conocerlo, y a percibir su encanto y su misterio.


(*) Publicado en Suplemento “Siete maravillas naturales de Córdoba”, La Voz del Interior (2008).